La ordenación y acondicionamiento de la Península de los Toruños, en el corazón de la Bahía de Cádiz, nos ha ofrecido una ocasión espacialmente propicia para poner en marcha un proceso que apunta a la construcción de un lugar público en plena naturaleza, siguiendo ese importante filón de la experiencia histórica que enlaza las ágoras de la ciudad helenística con las plazas abiertas al paisaje de la ciudad medieval, con los belvederes del mundo renacentista y, más recientemente, con los parques nacionales norteamericanos. Ejemplos todos ellos capaces de construir sin destruir y que nos han enseñado a comprender, a amar, a sublimar la Naturaleza y también la Arquitectura, y nos han ayudado a vivir y a soñar.

Lugar geográfico formado por el Rio San Pedro, su desembocadura y la Playa de Levante, es un territorio de marisma, de fisionomía cambiante por las constantes oscilaciones del agua en la tierra.  La intervención la hemos concebido para permitir y facilitar el disfrute de las excelencias que la naturaleza allí ofrece por lo que antes de inventar nada, la labor fue la de descubrir y desentrañar sus propios valores naturales; constituyendo una red de sendas ligeramente elevadas que articularan y registraran todos los puntos singulares del territorio, localizando pabellones de estancias para la vivencia y percepción reposada y confortable de la naturaleza.  La utilización de la madera como material único y su ensamble siguen con justeza y parquedad una línea de diseño integral. 

El Parque Natural de los Toruños como espacio contenedor de altos valores naturales y culturales necesita ser reservado para administrar con justeza y razón su uso y disfrute de la vida natural. Por ello se necesita un filtro que posibilite la relación armónica entro lo urbanizado para la organización de la vida humana diaria y lo organizado para el proceso y conservación del hábitat del medio natural. La arquitectura del Centro de Recepción de Visitantes como puerta y punto de información y servicios debe formar parte del paisaje, sin camuflaje mimético. Abstraída y de formas clásicas, a la vez que de hoy, encierra en su interior la misma luz, el mismo aire, el mismo rocío, el mismo olor y sabor. Donde la naturaleza transita libremente penetrando por su techo lumínico y paredes abiertas y sin límites.

La construcción del modulo de playa, pequeño pabellón de descanso durante un paseo por el parque, supone un refugio para el visitante, donde protegerse del sol, de los vientos, beber un trago y sentarse a descubierto, sin que su llegada o su estancia en él le suponga una renuncia a la sensación de la naturaleza en la que se encuentro.